La Casita de Matías: un refugio lleno de señales
Donde los venados y los osos se cruzan en el camino.
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A veces solo hace falta llegar allí, a la casita de Matías, para que todo se aquiete. La casita de Matías no es una estructura de madera. Es un pequeño RV, un trailer acogedor, con un terrenito rodeado de arbustos y pinos que susurran con el viento.
Es de nuestra querida María —sí, la del carro rojo—. Un mes antes de que Matías partiera, ella me dijo:
“Vecina, quiero comprar un lugar y va a ser para Matías”.
Ella decía que él era su heredero.
No llegó a concretar la compra antes… pero un mes y medio después de que Matías partió, le entregaron esa propiedad. Y entonces la bautizó como Matías’ House, mandando a hacer en hierro forjado un letrero con su nombre y una vaquita, como a él le gustaban.
Allí desconectamos de todo y nos reconectamos con lo que verdaderamente importa: el amor, la tierra, los animales, los árboles y el cielo… ese cielo donde habita Matías.
Siempre, siempre, siempre que estamos allí, la naturaleza nos regala encuentros: venados que se acercan silenciosos, patos y gansos que se deslizan sobre el agua, conejitos que cruzan como relámpagos, y un coro de pajaritos que despiertan el alma. El mes pasado, el bosque nos regaló incluso la presencia de un oso. Sí, un oso peludo y majestuoso que se cruzó en nuestro camino. Lo seguimos a distancia, maravillados, como si Matías mismo lo hubiese puesto ahí para sorprendernos, y no pude evitar imaginar a Matías mirándonos con una sonrisa traviesa.
La casita de Matías está justo en el borde donde comienza el Delaware Water Gap. Frente a ella, pero en la montaña, reposan dos de los lagos más hermosos que he visto: Crater Lake y Blue Mountain Lake. No hay camino directo, pero desde allí arriba se puede ver la casita, pequeña, como una joya escondida entre el verde.
Y luego están las señales… esas que solo entiende el corazón.
Desde que Matías partió, a María comenzaron a aparecerle racunes reales. La miraban fijamente, como queriendo decir algo. Un día, en su trabajo, sobre una pared, apareció un racún de juguete vestido de azul, con los brazos alzados y abiertos en señal de triunfo. Azul, el color favorito de Matías. Desde entonces adorna su carro, como un pequeño guardián.
Cuando María compró su casa, la entrada ya tenía un pequeño venado en hierro forjado y dos figuras animales de cerámica. Hace poco más de un año, mientras se limpiaba el terreno de las hojas del otoño, descubrimos algo que había pasado inadvertido: uno de los dos animalitos de cerámica que custodian la entrada, junto a la rana, era en realidad un raccoon. Nadie lo había notado antes, pero ahí estaba, firme, como si esperara el momento para dejarse ver. A veces pienso que Matías tiene un sentido del humor muy especial para mandar sus mensajes.
Este fin de semana, casi dos años después de que María recibiera la casita, llegó otra revelación. Mientras la lavaba, notó el logotipo del modelo: “Sunny Brook”, con un sol azul radiante sobre un lago, rodeado de pinos y montañas azules. Azul, el color favorito de Matías. Un paisaje que, sin quererlo, parece retratar el alma misma del lugar y de quien le da su nombre.
La casita de Matías es ese lugar donde las señales se sienten, donde todo parece tener sentido y donde el cielo no queda tan lejos.
Este domingo, al volver de la casa, tuvimos otra de esas señales que llegan directo al alma. En nuestra habitación, junto a las cenizas de Matías y algunos de sus animales favoritos, hay un velón de pila. Siempre lo encendemos a ratos: dura unas cuatro o seis horas y se apaga. Para volver a encenderlo hay que mover el switch de abajo. Es imposible que permanezca prendido días seguidos.
Pero lo que pasó esta vez fue distinto. Nos habíamos ido el jueves a la Casita de Matías y regresamos el domingo en la noche. Y allí estaba el velón… encendido. Sin que nadie lo hubiera tocado. Imposible en lo físico, pero tan posible en el lenguaje del alma.
Lo sentí como un recibimiento silencioso:
“Ya están en casa y Yo también estoy aquí”…
Que historia tan hermosa madrina Nubia de verdad que me lleno de tanta alegría y nostalgia dependiendo del post pero nostalgia bonita porque se que cada palabra y lo que vives y viven con las revelaciones de nuestro angelito son tan reales que lo llenan a uno de verdad inmensamente. Dios te siga llenando de sabiduría para que sigas compartiendo cada miércoles esas lindas historias. Mi angelito tu marrina Nena te ama desde aquí al cielo, y te amo inmenso madrina, Dios ilumine siempre tu camino y de Andresito.
Matías House 💙