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Hay momentos que solo el corazón puede comprender.
Días antes de que nuestro amado Matías emprendiera su vuelo hacia el cielo, comenzamos a percibir señales que, en su momento, no alcanzábamos a entender del todo. Hoy, con el alma más serena, podemos ver que su espíritu ya se estaba preparando para elevarse.
Hubo instantes en los que su cuerpo parecía desconectarse por unos segundos, como si su alma flotara entre dos mundos. Su mirada se perdía en el cielo, fija en un punto invisible para nosotros, pero claramente visible para él. En esos silencios, su expresión era de una paz profunda, una calma que solo los seres que ya han visto la luz pueden transmitir.
Era como si estuviera despidiéndose poco a poco, enseñándonos a soltar con ternura.
Nosotros, sin entenderlo del todo, lo observábamos en silencio, con el corazón apretado y el alma temblando. Hoy comprendemos que esas pausas eran destellos del cielo, pequeñas visitas de los ángeles que venían a prepararlo para su vuelo final.
Matías no se fue de un día para otro; su espíritu nos fue avisando, con amor y con suavidad, que pronto regresaría a su hogar celestial.
Y aunque su ausencia física nos duele, esas señales —esas miradas, esos silencios, esa luz que se asomaba en sus ojos— se han convertido en un recordatorio de que la vida continúa más allá del cuerpo, y que el alma siempre sabe cuándo es hora de volver al cielo.
El siempre está presente en todas aquellas personas que lo recuerdan con mucho cariño y sobre todo amor, siempre estás presente hijo mío 👦🏻💙 te amo y bendigo.
💙❤️