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Querido Matías, mi amor bonito,
Hoy te quiero contar de un animal que tal vez no conocimos juntos… al menos no con los ojos.
Pero estoy segura de que tú ya lo conocías con el corazón.
Se llama cangrejo herradura, aunque en verdad no es un cangrejo, y ni siquiera una herradura. Es… otra cosa. Es como un pedacito de tiempo que se quedó atrás, como un guardián de la vida antigua.
Un bicho tan feíto que parece un robot olvidado en la playa. Pero ahora, hijo, lo veo con otros ojos. Gracias a ti.
Porque tú me enseñaste a amar los animales, todos, no solo los bonitos.
Tú me enseñaste a mirar el mundo con ternura, con asombro, con preguntas.
Y fue por ti, por ese amor que me dejaste sembrado en el pecho, que no le di la espalda a este bicho raro, sino que me acerqué, le pregunté, y descubrí que es un milagro andante.
Matías, ¿sabías que tiene sangre azul?
No porque sea noble de castillo, sino porque su cuerpo usa cobre en lugar de hierro, como tú y yo.
Y esa sangre azul reacciona al instante cuando hay bacterias malas cerca.
Por eso los humanos la usamos para probar que las vacunas y los medicamentos sean seguros.
Es decir… ese animal que parece un casco abandonado en la orilla del mar, ha salvado millones de vidas humanas.
Incluyendo, tal vez, parte de la tuya, sin que lo supiéramos.
¿Sabías también que existe desde antes de los dinosaurios?
Más de 450 millones de años resistiendo, sin cambiar, sin extinguirse.
Sin necesidad de fuerza ni de belleza. Solo haciendo lo que sabe hacer: sobrevivir, cuidar, dar vida.
Y cuando lo abren (porque lo estudian), casi no tiene carne…
Solo vísceras mínimas, y miles y miles de huevos. Como si todo su cuerpo fuera una ofrenda a la vida.
Me puse a pensar que quizá…
las armaduras que usaban los gladiadores, los cascos, los diseños de protección en las guerras…
quizá todo eso se inspiró en él.
Porque su cuerpo parece diseñado para resistir el tiempo, el golpe del mar, y hasta el olvido.
Y hoy, hijo mío, yo lo honro contigo.
Porque gracias a ti, yo ya no paso de largo frente a un bicho raro.
Porque tú me enseñaste a mirar con ojos de amor, no de juicio.
Así que donde estés —volando, jugando, brillando— quiero que sepas que tu mamá descubrió a este nuevo amigo.
Y que lo mira con los ojos que tú le regalaste.
Porque en el fondo, este animalito… también es un sobreviviente, un sanador, un silencioso, un distinto. Como tú.
Gracias, mi Matías.
Gracias por enseñarme a mirar.
Gracias por enseñarme a amar lo que antes no entendía.
Con todo mi corazón,
Mama Nubia…
Madrina me había quedado pendiente esta historia el Cangrejo Herradura, guao que maravillosa de verdad que Matías te enseño tantas cosas y a través de ti ahora la conocemos nosotros y aprendemos cosas nuevas, mágica cada palabra allí redactada, gracias por esas enseñanzas, gracias te Amo.